Halloween
Un día celebramos Halloween en Riberas de Soto del Barco, otro por la tarde la nueche d’ánimes en Les Campes del Naranco y luego, de noche, Samahín en Mieres. Hay nombres y maneras de entender esta festividad para todos los gustos y sensibilidades y a nosotras, nos gustan todas.
En Halloween preparamos unas pruebas donde pusimos a prueba el valor y la destreza del grupo de jóvenes. Tenían que dar con el conjuro que podía devolver a la vida a una persona fallecida durante la cena. En la noche de ánimas llevamos juegos y bailes amables para disfrutar en familia al barrio de Las Campas en Oviedo y sus vecinos nos sorprendieron aguantando la animación musical, sin dejar de bailar y jugar ni irse a pesar la lluvia que cayó todo el tiempo.
Por fin vivimos una animación como las de antes de la pandemia, con mascarillas porque, aunque estábamos en la calle, éramos muchas las personas disfrutando juntas, pero jugando y bailando en grupo, en familia y en amistad. Por último, en Samahín las personas adultas que paseaban y disfrutaban por La Ruta de Vinos de Mieres interactuaron y se dejaron seducir por los personajes teatralizados descarados, picardiosos y malencarados de La Remi, La Bruxa y La Aprendiz Pija de Bruxa.
Lo cierto es que empezar a celebrar Halloween como una fiesta exportada de Estados Unidos ha servido para poner en valor unas tradiciones propias que se estaban perdiendo. ¿Volverán a ser como antes? Seguramente no, porque los tiempos cambian y también las necesidades, las realidades y los miedos, pero saber qué celebramos y porqué lo hacemos de una manera determinada conecta el pasado con el presente y eso es algo que entendemos como positivo.
Hoy la ciencia explica lo que antes se explicaba con supersticiones y actos de fe, hoy la luz eléctrica hace desaparecer las sombras de los caminos, los ruidos del bosque se tapan con el estruendo de las ciudades….quizás ver fantasmas, ánimas, espíritus en estas condiciones sea más difícil.
Hay algo que no ha cambiado, la muerte. Esta nos acompañó, acompaña y, todo parece indicar, que nos acompañará siempre. Recordar, al menos un día o una noche, a nuestros muertos, celebrar haberlos conocido y honrarlos (si lo merecen) no parece mala cosa. Ser conscientes de que vamos a morirnos quizás pueda conectarnos más a la vida, al presente y tampoco parece mala cosa.
Por otro lado, sacar a los monstruos de paseo, a los propios y a los ajenos, ponernos delante de lo que nos da miedo o nos asusta pudiera ser un acto de valentía o de reconocimiento o ambas cosas. Si, además, conseguimos reírnos de todo ello, pudiera resultar purificador.
Así es que estos días en VA sacamos nuestras monstruas, feas, maleducadas y malencaradas para reírnos en ellas y que las personas con las que interactuamos se rieran con ellas. También sacamos a las brujas más infantiles y juguetonas porque jugar, bailar, reír, cantar, compartir es algo que necesitamos todas las personas y las brujas y monstruas que nos habitan y acompañan también.